Inconscientemente terminamos frente a la Catedral. Nada había cambiado, en realidad. Pero después de tanto tiempo, Francesca y yo sentimos que en aquel lugar no había pasado el tiempo. De alguna forma, su mirada expresaba lo mismo que la mía en aquel instante en el que nos vimos por primera vez. Fue emocionante.
- ¿Recuerdas? -dijo ella, acercándose al lugar.
- Claro que si. ¿Cómo olvidar el día que en la Iglesia apareció un ángel? Fue un verdadero milagro.
- Me halagan tus palabras hacia mi, Dominique. Pero tengo una enorme curiosidad. ¿Crees que el Padre Domenico seguirá con vida?
- Creo que sólo tenemos una forma de comprobarlo...
No le voy a mentir, Padre. A cualquier Vampiro le da miedo las iglesias. Tienen algo que a nosotros nos repele. Si, es un rollo estilo Hollywood, pero la Fe que las personas tienen nos daña. No sólo la Fe en Dios, sino en cualquier cosa. Recuerdo un rápido viaje a Nueva York hará unos años. Fue caótico, la verdad. Demasiados líos, demasiados problemas, y demasiadas cosas que arreglar. Pero no puede ser un mejor momento para tener una convención sobre La Guerra de las Galaxias. ¿Sabe usted lo que me dolió aquel golpe con un sable de plástico? Puede parecer cómico, vulgar... Pero ese chico adolescente creía en el Poder de la Fuerza, a tal nivel que era capaz de dañarme. No sólo en Dios las personas encuentran el poder, confíe en eso.
Recorrimos la sección central de la enorme catedral. Algunas personas rezaban en silencio postrados en los grandes bancos, la luz de la Luna recorría cada milímetro de la planta a través de las vidrieras repletas de bellos dibujos con imágenes de santos, y sólo el altar estaba plenamente iluminado por todo tipo de velas. Tras el altar, un hombre colocaba sus utensilios de forma organizada, muy perfeccionista. Sus formas redondas cubiertas con la sotana blanca de bordados dorados se confundían con las telas de las figuras que custodiaban la parte principal de la catedral.
- Disculpe -dije, con voz calmada y lo más silenciosa posible - ¿Aún oficia misa el Padre Domenico en este lugar?
- Claro, buen hombre. Es extraño que usted no me conozca, debería venir a misa más a menudo -respondió el Padre Domenico, terminando de colocar las cosas, dando la espalda a sus interlocutores.
- Pero, padre -Cuando Francesca habló, noté que el Pastor tensaba sus músculos y su vello corporal se erizaba -No podemos venir si oficia misa de día.
- ¿Francesca? - Se dio la vuelta instantáneamente. El rostro del Padre Domenico estaba muy afectado por el paso de los años. De ser un hombre de mediana edad y rostro jovial pasó a ser un anciano con la tez arrugada y semblante más serio - ¿Francesca Molinari? Nos comunicaron que habías muerto...
- Ya sabe, Padre -respondí, para calmar los ánimos y hacer acto de presencia -La verdad siempre llega, pero cada uno la entiende como lo desea. Francesca murió hace veinte años, pero nadie dio el detalle de que podía seguir caminando.
- Ah, Dominique... Mi feligrés más joven, y el que más rápido me abandonó -a pesar del miedo, Domenico esbozó una amplia sonrisa -Ha pasado mucho tiempo, pero parece que sólo para un viejo como yo...
- En nuestros cuerpos no pasa el tiempo, Padre -Francesca tenía un tono mezcla entre dolor y algo de satisfacción. Sabía que su cuerpo estaba perfectamente esculpido y que no cambiaría.
- ¿Y en vuestros corazones? ¿Sigue habiendo un pedazo de Fe en Dios Padre Todopoderoso?
- No entraríamos en la casa del Señor sólo para hacerle una visita -dije con tono de broma -yo, por lo menos, no. Aún conservo mi Fe.
- A pesar de ser lo que sois, a pesar de ir contra natura, a pesar de ser el vivo reflejo de la muerte en las viñas del Señor... No podría odiaros nunca, pequeños. Os he tenido a ambos en este lugar, os habéis confesado en mi presencia... Parte de vuestra vida está entre estos muros, por eso vuestra muerte no es tan sufrida para un viejo como yo, Pastor de Dios todopoderoso que vive por su gente.
- Después de tantos años, Padre -respondió Francesca notablemente emocionada -no podíamos no pasar por aquí a verle a usted.
- Bueno, quizá eso me sea de ayuda, señorita Molinari - el gesto del Padre Domenico se torció -Llevo un tiempo con un grave problema, y tengo miedo. Mucho miedo.
Y así comenzaría nuestra verdadera historia. Quién me manda a mí hacerle caso a un cura...