martes, 6 de septiembre de 2011

20. El peso de la cruz

Francesca salió del carromato al llegar al centro de Milán. Su caminar había cambiado, parecía feliz. Y, de alguna forma, yo también lo estaba. Hacía muchísimo tiempo que no salíamos de mi casa, y un paseo era algo de lo que ambos queríamos disfrutar. Las personas, como cada noche, volvían a sus respectivas casas después de arduas jornadas de trabajo. Con los útiles sobre el hombro, la ropa sucia y el rostro diezmado por el cansancio y la suciedad, caminaban cabizbajos a través de las calles de la ciudad.
Inconscientemente terminamos frente a la Catedral. Nada había cambiado, en realidad. Pero después de tanto tiempo, Francesca y yo sentimos que en aquel lugar no había pasado el tiempo. De alguna forma, su mirada expresaba lo mismo que la mía en aquel instante en el que nos vimos por primera vez. Fue emocionante.

- ¿Recuerdas? -dijo ella, acercándose al lugar.
- Claro que si. ¿Cómo olvidar el día que en la Iglesia apareció un ángel? Fue un verdadero milagro.
- Me halagan tus palabras hacia mi, Dominique. Pero tengo una enorme curiosidad. ¿Crees que el Padre Domenico seguirá con vida?
- Creo que sólo tenemos una forma de comprobarlo...

No le voy a mentir, Padre. A cualquier Vampiro le da miedo las iglesias. Tienen algo que a nosotros nos repele. Si, es un rollo estilo Hollywood, pero la Fe que las personas tienen nos daña. No sólo la Fe en Dios, sino en cualquier cosa. Recuerdo un rápido viaje a Nueva York hará unos años. Fue caótico, la verdad. Demasiados líos, demasiados problemas, y demasiadas cosas que arreglar. Pero no puede ser un mejor momento para tener una convención sobre La Guerra de las Galaxias. ¿Sabe usted lo que me dolió aquel golpe con un sable de plástico? Puede parecer cómico, vulgar... Pero ese chico adolescente creía en el Poder de la Fuerza, a tal nivel que era capaz de dañarme. No sólo en Dios las personas encuentran el poder, confíe en eso.

Recorrimos la sección central de la enorme catedral. Algunas personas rezaban en silencio postrados en los grandes bancos, la luz de la Luna recorría cada milímetro de la planta a través de las vidrieras repletas de bellos dibujos con imágenes de santos, y sólo el altar estaba plenamente iluminado por todo tipo de velas. Tras el altar, un hombre colocaba sus utensilios de forma organizada, muy perfeccionista. Sus formas redondas cubiertas con la sotana blanca de bordados dorados se confundían con las telas de las figuras que custodiaban la parte principal de la catedral.

- Disculpe -dije, con voz calmada y lo más silenciosa posible - ¿Aún oficia misa el Padre Domenico en este lugar?
- Claro, buen hombre. Es extraño que usted no me conozca, debería venir a misa más a menudo -respondió el Padre Domenico, terminando de colocar las cosas, dando la espalda a sus interlocutores.
- Pero, padre -Cuando Francesca habló, noté que el Pastor tensaba sus músculos y su vello corporal se erizaba -No podemos venir si oficia misa de día.
- ¿Francesca? - Se dio la vuelta instantáneamente. El rostro del Padre Domenico estaba muy afectado por el paso de los años. De ser un hombre de mediana edad y rostro jovial pasó a ser un anciano con la tez arrugada y semblante más serio - ¿Francesca Molinari? Nos comunicaron que habías muerto...
- Ya sabe, Padre -respondí, para calmar los ánimos y hacer acto de presencia -La verdad siempre llega, pero cada uno la entiende como lo desea. Francesca murió hace veinte años, pero nadie dio el detalle de que podía seguir caminando.
- Ah, Dominique... Mi feligrés más joven, y el que más rápido me abandonó -a pesar del miedo, Domenico esbozó una amplia sonrisa -Ha pasado mucho tiempo, pero parece que sólo para un viejo como yo...
- En nuestros cuerpos no pasa el tiempo, Padre -Francesca tenía un tono mezcla entre dolor y algo de satisfacción. Sabía que su cuerpo estaba perfectamente esculpido y que no cambiaría.
- ¿Y en vuestros corazones? ¿Sigue habiendo un pedazo de Fe en Dios Padre Todopoderoso?
- No entraríamos en la casa del Señor sólo para hacerle una visita -dije con tono de broma -yo, por lo menos, no. Aún conservo mi Fe.
- A pesar de ser lo que sois, a pesar de ir contra natura, a pesar de ser el vivo reflejo de la muerte en las viñas del Señor... No podría odiaros nunca, pequeños. Os he tenido a ambos en este lugar, os habéis confesado en mi presencia... Parte de vuestra vida está entre estos muros, por eso vuestra muerte no es tan sufrida para un viejo como yo, Pastor de Dios todopoderoso que vive por su gente.
- Después de tantos años, Padre -respondió Francesca notablemente emocionada -no podíamos no pasar por aquí a verle a usted.
- Bueno, quizá eso me sea de ayuda, señorita Molinari - el gesto del Padre Domenico se torció -Llevo un tiempo con un grave problema, y tengo miedo. Mucho miedo.

Y así comenzaría nuestra verdadera historia. Quién me manda a mí hacerle caso a un cura...

martes, 30 de agosto de 2011

19. Un alto en el camino


Mi historia con Francesca es larga. Muy larga. Esa fue la primera noche, la primera de muchas noches juntos, unidos, viviendo una historia... diferente. Usted está unido a Dios, y yo estoy unido a ella, pero... ¿Qué demonios? Soy inmortal y poderoso, no soy de sucumbir ante los encantos de una sola dama. Ni de un solo Dios. Por eso me rodeo de los seres más capacitados en todos los sentidos para que mi trabajo no requiera de tanto esfuerzo. Soy un pecador, y la pereza también está dentro de mis ocupaciones diarias.
Cuando hablo de Francesca, no puedo evitar mencionar algo suyo, algo que, a día de hoy, me acompaña en los peores momentos. Es más, ahora mismo está trabajando en este pequeño proyecto. Se trata de Rose Taylor, mi ayudante y compañera más fiel. En el momento de la historia en la que me encuentro... bueno... ni existía. Hay una gran diferencia de edad. Pero no puedo evitar recordarla, y menos en momentos tan tiernos y donde hablo de cosas tan personales como es ahora.
Rose no es una persona que se tenga que mencionar en el hilo histórico de mi no-vida, ya que simplemente apareció. Francesca se sentía sola y creó una Chiquilla casi tan poderosa como ella. Una americana cachonda, he de admitir, pero mucho más profunda que un simple cuerpo lleno de curvas. Fue una época rara, hará unos dos o tres años. Mi bello ángel estaba ausente, perdida en sus pensamientos, y tan bien protegida de mi influencia que jamás pude saber en qué pensaba. Pero ahí estaba ella, la joven Rose, sin saber dónde meterse y qué hacer con su nueva no-vida. Así que me apoderé de ella. Tal y como hice con la Sire de su Sire, y con su propia creadora, la acogí en mi refugio y la ayudé a ser más poderosa.
¿Y por qué hablo ahora de ella y no cuando llegue al punto exacto en el que la conocí? Bueno, la verdad es que se me hace un poco tedioso seguir una línea ya estipulada. Prefiero volar entre líneas, ser libre y poder hablar de alguien tan maravilloso. Se merece una mención especial en todo esto. Además, vendrá de un momento a otro, si es que no se queda en la puerta de la iglesia empanada mirando lo bonita que es...
Oye, todos tenemos nuestros defectos, ¿no? Y ella no es totalmente perfecta. Yo... bueno, yo tampoco. No puedo ser perfecto porque serlo es un defecto, y la perfección se basa en la ausencia total de defectos. ¿A que nunca lo había pensado así? Por eso yo creo en Dios, es el único ser perfecto, pero... ¿ve? Ya tiene una imperfección. Por eso, a veces, pierdo un poco la fe. Pero no se preocupe, buen amigo. Rose y yo vamos habitualmente a rezar. Yo le obligo a hacerlo. Si nos queda algo de alma, que por lo menos vaya a algún lugar bonito.
Creo que ella es tan especial porque es lo más parecido a Francesca que tengo. También hay que tener en cuenta que procede de ella, que es parte de mi ángel. Por eso pasó a ser mi musa. Base de mi inspiración en general, tanto para lo más bello... como para lo más macabro. Mi plan es superior, pero esta parte del plan es cosa suya. Secuestrar a un cura, amordazarlo y presionarle de forma casi humana, ¡por favor! Podría meterme en su mente, sacar lo que necesito y matarle, pero también necesitaba confesarme, así que... mato dos pájaros de un tiro. Pero aún no es su momento, amigo, así que tranquilo. Mi arma no está apuntando a sus pequeñas alas de pichón enjaulado.
Le haré un breve resumen de mi querida Rose, para que entienda qué hace aquí. Vino a Madrid cuando todo perdió sentido en su Nueva York natal. Vino para encontrar ese sentido, pero lo que encontró fue un precioso cadáver que la invitó a tener una nueva vida. Francesca, a pesar de crearla, no se hizo cargo de ella, y quedó un poco perdida y sin saber qué hacer. Iba siempre unida a otros dos neonatos y a... bueno. A otra vampiresa de la cual no voy a hablar aún. Esa mujer si tiene un lugar en mi historia. De una forma u otra, los cuatro terminaron en mi residencia y, por temas políticos, nos enfrentamos a la Camarilla, saliendo victoriosos. Desde entonces, Rose pasó a ser una poderosa aliada, y se instaló en pleno centro de la capital. Durante ese tiempo yo estaba ausente, pero eso es lo de menos. Ella me esperó, y ella se encargó de mi cuando yo volví a Madrid, demostrando su lealtad y su aprecio a mi persona. ¿Qué más podía yo pedir?
Y desde entonces estamos más unidos que nunca. Durante mi ausencia, ella fue haciéndose con poder en las altas esferas de Madrid y coordinó su vida en la política nocturna con su gusto por el arte, la música y los paseos tranquilos. Es extraordinaria, y digna de vivir para siempre. El mundo no podía perder semejante monumento al buen hacer y a la buena imagen.
Francesca ha sido importante, y es importante. Es la única. Pero yo me pregunto qué sería de mí sin alguien como Rose. Más aún, no sé qué sería de alguien como yo sin Rose.
Llevo con ella más de 3 años, Padre. Tres fantásticos años desde que volví a la vida pública. Tres años desde que su inocente mirada brillaba al ver cómo aparecí de nuevo. Y, a pesar de todo, no sé si al final encontró el sentido de su vida desde que ella está en Madrid...

...Pero créame si le digo, Padre, que yo si lo he encontrado con ella.

lunes, 29 de agosto de 2011

18. Pasó mucho tiempo

Ah, las Tradiciones... Es divertido, somos seres inmortales, poderosos y sumamente perfectos y tenemos reglas. ¡Deberíamos poder hacer cualquier cosa! Pero no, estamos atados a letras escritas en papel. Maldita sea la hora que se juntaron todos para montar esta tontería. Una Secta, joder, suena hasta mal. Se unen los clanes para poner normas y los conocen como Sectas. ¿Y para qué? ¡Para limitarnos! Me niego...
Espera, se me pasa algo. No le he hablado de las Sectas, ¿verdad? Pues si, Padre. Estamos organizados. Hay dos grandes grupos de clanes vampíricos que se pelean por absurdos ideales inmortales. Frederick me lo mostró con aquel telar que estaba en mi habitación, ¿recuerda? Era una representación de las dos Sectas enfrentadas. Seis clanes contra dos. Los seis clanes son la conocida como Camarilla, los "buenos". Ellos crearon las Tradiciones y su objetivo es que todos los Vástagos se porten bien. Luego están los otros dos, el Sabbat. Esos... bueno. Esos llevan una vida más fácil. Se preocupan por no liarla, si. Pero menos. Son más sanguinarios, más cercanos a la bestia. Esa idea me atrajo, pero ya llegaremos a esa parte de la historia.
Estando en Milán, yo pertenecía a la Camarilla, ya que el clan de los Ventrue era el principal precursor de la misma. En la Camarilla está mi Clan, el de Judith y Francesca, los Toreador; y hay otros cuatro, que son los Brujah, Tremere, Malkavian y Nosferatu. Nombres pintorescos, ¿verdad? No se preocupe, los irá conociendo a lo largo de la historia. Había otro más, los Gangrel... pero de ese clan no quiero hablar. Aún.
Estuvimos años aprendiendo las Tradiciones y sin salir de casa. ¿El motivo? Muy sencillo: había una manada de Hombres Lobo cercando el lugar. ¿Cree usted que es sano saber que un ser cuyas garras tienen el tamaño de toda su espalda está deseando hacerle pedazos? Decidimos aprender y mejorar allí. Frederick, en un par de escapadas, consiguió traer más criados para nuestra buena alimentación. Aunque yo me quedé con mi criada particular. No me gusta el sabor de la sangre de un hombre, lo detesto. Soy muy especial para comer.
Y si, había gran tensión en aquella casa. Todos queríamos a Judith más muerta de lo que ya estaba, pero ya sabe: No podemos matar a otro Vampiro. Así que tampoco podíamos invitarla a dar un paseo por los alrededores de mi casa. Éramos más fuertes, más rápidos, más convincentes... Era una mejora casi diaria. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?
Pasaron alrededor de 20 años cuando volví a salir a la calle. Con Francesca. Ella parecía una estatua griega, por su perfección y su palidez. No conseguí sacarle palabra en veinte años. A usted le parecerá una eternidad, pero para nosotros eso no fue nada. Veinte años sin saber qué pensaba, qué sentía... Mi cuerpo y mente eran de vampiro, pero mi corazón era muy humano, y moría día a día sin poder encontrar en su mirada ningún atisbo de sentimiento o pensamiento racional. Era una máquina, estaba siendo fabricada para vivir la noche de este Mundo tenebroso. Pero fue esa noche cuando deseé salir. No sé por qué, pero me salió bien.

Tomamos el nuevo carromato para dirigirnos a la ciudad. El antiguo había tenido un pequeño accidente hacía unos años, cuando nos traían nuevos criados más eficientes. No sabíamos por qué sólo quedaron astillas, y por qué Frederick nos trajo a seis personas en estado catatónico. Él prefería no opinar.
La Luna Llena brillaba en lo alto de Milán cuando entramos en la ciudad. Estuve todo el trayecto mirando el rostro de Francesca. En sus facciones, algo había cambiado. Ese calor e inocencia que ocultaba su mirada había desaparecido, dejando lugar a una madurez casi sobrenatural. Sus ojos no expresaban nada. Y fue entonces cuando perdí los papeles.

- Llevo una eternidad deseando saber en qué piensas -me dirigió una mirada muerta e inexpresiva. Hasta las estatuas podían decir que expresaban algo más -deseo escuchar tu voz para algo que no sea preguntar una duda o utilizar tu poder.

Por supuesto, no recibí ninguna respuesta. Fue entonces cuando me concentré. Mi poder... tenía que usar mi poder, tenía que hacerla hablar, quería saber qué pasaba por su cabeza... Y lo sentí. Sentí cada pensamiento suyo en mi interior, cada sentimiento desbordando en su pecho y latiendo en el mío. Tristeza, dolor, pero felicidad y esperanza. Un fuerte ideal de no decir una palabra por respeto, miedo y algo de orgullo. Un ideal que sentí que podía cambiar. Un ideal que yo, desde mi propia cabeza, borré de la suya.

- ¿Francesca? -mi pregunta fue lanzada al vacío, jamás pensé que llegaría a los oídos a los que se dirigía
- Una eternidad en silencio, y sólo tu voz y tu mirada son capaces de devolverme a la vida... -era ella, era mi ángel, que volvía a hablar una vez más.
- ¿Por qué has callado tanto durante tanto tiempo? -decidí que en su mente no había más que buscar, que aprendería de sus palabras y actos, y no jugaría sucio.
- No lo sé, tenía miedo...
- ¿De qué tenías miedo, mi bella musa?
- De que no me quisieras por ser lo que soy...

Desde entonces soy más lanzado. Estuvo callada veinte años por idiota. La amaba...

domingo, 28 de agosto de 2011

17. Una importante lección

Supongo que usted, después de esta conversación tan animada, seguirá pensando que soy un monstruo. Dígame, Padre. ¿Soy yo un monstruo por alimentarme de sangre y vivir de noche? Bueno, entonces responda a esta pregunta: ¿Es humana una persona que deja que las demás sufran por su beneficio? Yo creo que no. Creo que soy más humano que toda esa panda de hipócritas de piedra que viven por su bien y no miran por los demás. El hecho de que beba sangre humana no me convierte en un horrendo ser del Infierno. Mire a su alrededor, usted que trabaja en esto. Mire a su alrededor y dígame cuántas personas se redimen de sus acciones pasadas en un burdo confesionario ante una persona que, sólo por llevar un alzacuellos y una túnica hortera, sigue siendo un ser humano con sentimientos y con una vida que tiene mil historias parecidas a las que está escuchando. Trabajo, dinero, amor... ¡Basura! Sólo cuando llevas 483 años en este mundo puedes descubrir el valor del trabajo bien hecho, del dinero bien invertido y del amor bien correspondido.
Y en aquel momento podía sentirme más humano, porque mi sentimiento era puro, y no podía mirar por mi mismo. Sólo podía ver reproches en la acción de Judith y pena por los llantos de mi amada. Preocuparme por la situación. Ahí recordé que yo era el hermano mayor de mi familia y de cómo era yo quien solucionaba los problemas de los pequeños. Y volví a echar mano a mi bolsillo para buscar la cruz negra de mi hermana Lauretta. Casi quinientos años acompañándome... ¿Sabe el valor que podría tener esta joya si la vendiera ahora mismo? No. Porque su valor no tiene límite. ¿Quiere usted saber lo que es una bestia? Hágale algo a esto.

En la puerta nos esperaba el carromato, que partió a gran velocidad cuando entramos. Frederick dejó libre de cualquier lazo a Francesca y ésta se quedó quieta y cabizbaja durante todo el trayecto. Judith me miraba de forma desafiante, y yo le aguantaba la mirada hasta que ella desistía. No teníamos fuerza para utilizar nuestros poderes, pero de igual forma la tensión de aquel vehículo podría haber encendido una hoguera.
Al llegar a mi residencia, Martina se sintió un poco preocupada. No podía alimentar a cuatro vampiros sedientos, pero fui yo mismo quien se "sacrificó" por los demás y me quedé sin comer. Aunque sólo Frederick probó de la dulce sangre de mi criada. Francesca se quedó sentada en la sala de estar y Judith salió de forma sobrenatural en dirección a la habitación, donde el portazo dejó patente su deseo de quedarse a solas.

- Bien, creo que ha llegado el momento de hablar un poco de este tema -dijo Frederick, con una segunda copa de sangre, sentándose frente a Francesca. Ésta no podía dirigir su mirada a otro lugar que no fuera el suelo, pero igualmente yo tomé asiento a su lado.
- Mi más bello ángel... corrupto por la sangre de Caín -Miré a Frederick, y mi voz sonó decisiva - Dime que recibirá un castigo por esto.
- Es un gran dilema, Dominique -dijo Frederick, pensativo - En esta ciudad no hay un Príncipe, y eso significa que aquí no hay respeto por las Tradiciones. Igualmente, yo soy muy partícipe a hacerlas cumplir, incluso cuando no hay un claro liderazgo de un antiguo en el territorio. Y hay que tener en cuenta los factores que...
- Frederick, tengo un problema -apunté mi mirada al mismo lugar donde ahora miraba Francesca, al suelo -No conozco esas tradiciones.
- ¡Maldita sea! -gritó Frederick, y lanzó la copa contra la pared, manchándola de sangre -Llevo enseñándotelas durante muchas noches, ¿y aún no te las has aprendido?
- Tú mismo me decías que, a pesar de todo, no tenían demasiado valor si lo único que hacíamos era vagar por estas tierras sin dueño...
- Pues hoy te las mostraré de forma tan fiel que jamás se te olvidarán. Hoy yo seré el Príncipe de esta casa y de estos territorios, y os demostraré lo que un antiguo enfadado puede hacer si se le ofende con esta desfachatez.

Frederick, en un parpadeo de ojos, apareció con un pliego de papel y con una pluma. Dejó un tintero sobre la mesa y comenzó a escribir a una velocidad vertiginosa. Dejó el papel en la mesa cuando terminó y se levantó. Cerró los ojos y, minutos después, Judith estaba acercándose temerosamente a su posición.

- Siéntate, ahora viene la clase que más os va a marcar a todos. Os lo juro. Aprenderéis las Tradiciones como si se tratara del "Padre Nuestro" o sufriréis las consecuencias. ¿Estáis preparados?

Por supuesto que lo estábamos. Hasta Francesca miraba a Frederick, que nos mostró las seis tradiciones de los vampiros. Una de ellas yo la estoy rompiendo ahora, pero no pasa nada. Posiblemente usted no salga vivo de esta noche. Eso me hace no ser culpable de romper la Primera Tradición.

- Existen seis tradiciones, las cuales habéis de cumplir.
· La Primera Tradición es "La Mascarada". No podréis revelar lo que somos a nadie, porque de hacerlo seréis condenados.
· La Segunda Tradición es "El Dominio". En mi territorio mando yo, se me respetará y se acatarán mis órdenes. No hay lugar a recriminar mis palabras si te encuentras en mis tierras.
· La Tercera y la Cuarta Tradición son "La Progenie" y "La Responsabilidad", tema que hoy tenemos muy presente. Sólo se puede crear a otro Vampiro si un Antiguo te da permiso, y tendréis que haceros responsables de todos los actos del nuevo Chiquillo. No tener permiso o que el neonato haga algo malo será motivo de ejecución tanto del recién creado como de vosotros mismos.
· La Quinta Tradición es "La Hospitalidad". Cada vez que visitéis algún lugar, deberéis presentar respetos al líder del lugar. No seréis nadie si no os acepta allí.
· La Sexta y última Tradición, y no por ello menos importante, es "La Eliminación". Está terminantemente prohibido destruir a otro Vástago, sea de la forma que sea.

Y ahora, malditos chupasangres descerebrados, vais a sufrir mi ira. La ira de un antiguo dolido por la actitud de aquellos a los que ha enseñado a sobrevivir y que no tienen ni idea de cómo es el mundo de las sombras.

Ha sido la única vez que he permitido que se me castigara...

martes, 19 de julio de 2011

16. Cruce de miradas

Francesca aún braceaba con fuerza tratando de zafarse de las manos de Frederick, y yo ya estaba calmado para empujar con rabia a Judith para que me soltara. Mi bestia interior se había calmado, pero mi odio era palpable. En ese momento repugnaba a la mujer a la que llevaba seis años unido, deseaba que aquello que aullaba al final del pasillo acabara con su vida de forma cruel. Pero ese no era mi estilo.
Viendo la situación, corrí hacia la puerta y la cerré con pestillo.

- Está bien -dije, pensativo y preocupado -Tenemos a los criados de Francesca buscándonos para matarnos, y tenemos a la propia Francesca deseando matarnos. Espero que tengas una buena idea, Frederick, o me da que esta noche no saldremos vivos.
- Lo primero es calmar a esta recién nacida, pero necesitamos sangre...
- Eso tiene arreglo

Miré a Judith. Ella me miró, y cuando supo mis intenciones ya era tarde. Un sencillo "Quieta" paralizó a la cainita y me dio el tiempo justo para sujetarla y que Francesca saciase su sed de forma controlada. Judith gritaba, pero no podía hacer nada por el candado que la apliqué. Fue Frederick el que separó a Francesca cuando pensó que ya podría estar saciada, y acertó, porque con un grito ahogado la recién creada observó la extraña escena. Todo el vestido de Judith estaba empapado en sangre, como el suyo y el mío propio. Se había dado un festín de sangre de vampiro, y estaba asustada por la situación.

- Francesca -dijo Frederick, algo tenso por los pasos que había fuera, en el pasillo -Es muy importante que nos digas cómo salir de aquí, y que no sea por la única puerta de esta habitación.
- Dominique, ¿es todo esto cosa tuya? -dijo Francesca, llorando sangre. Estaba muy nerviosa.
- No, Francesca -respondí -pero es cierto que es necesario salir de aquí. Te lo explicaré cuando estemos a salvo.
- No creo que haya un lugar más a salvo que mi propia casa -Francesca se soltó y se dirigió a la puerta, pero Frederick con un veloz movimiento se interpuso en su camino.
- Escucha, Francesca -dijo Frederick, que miró a la joven de forma cariñosa y tierna -No querrás que me pase nada malo, ¿no?
- No, en absoluto -hasta su voz cambió. Fue como si Francesca estuviera perdidamente enamorada de mi mentor -¿qué puedo hacer para que estés bien?
- ¿Dónde hay una salida de este lugar que no sea por esta puerta? -la sonrisa de Frederick evidenciaba el uso de su poder, mezcla de la Dominación y la Presencia para alterar los pensamientos y sentimientos de la joven neonata.
- Detrás de mi armario hay una puerta secreta hacia la habitación de al lado, y ahí hay una salida al exterior a través de un pequeño túnel -dijo Francesca, y se abrazó a Frederick -Moriría si algo te ocurriera...
- Ayúdame, y ambos saldremos ilesos de aquí.

Judith ya estaba apartando el armario. Ciertamente, unos recovecos en la pared delataban una pequeña puertecita en el suelo, donde cabía una persona a gatas. Ayudé a Judith a abrirla, dada su escasa fuerza, y dejé que ella fuera la primera en pasar para que buscara el túnel. Fue en ese momento cuando un tremendo golpe nos sobresaltó. La puerta, o lo que quedaba de ella, estaba atravesada por un enorme martillo. Tendría el tamaño de una persona, y estaba empuñado por unas zarpas de proporciones inmensas y cubiertas de pelo. El sobresalto no hizo más que acelerar nuestra marcha y aumentar los motivos por los cuales estábamos huyendo. Insté a Frederick y a Francesca a salir rápido y me quedé esperando a aquello que ahora destrozaba los marcos de la puerta.
Frente a mí, y agachándose para entrar, apareció una horrible figura de unos tres metros de altura. Un lobo antropomórfico, con garras enormes, unas fauces terroríficas y empuñando un martillo de guerra a escala con su cuerpo gruñó al notar mi presencia. Ese sentimiento humano de miedo volvió a envolverme como si aún siguiera vivo, pero algo de valor me mantuvo en mi sitio y me invitó a mirar a los ojos de aquella bestia. Su respiración me perturbaba, y su gesto era evidente, sus intenciones eran sencillas: Matarme.

¿Y qué hice yo, Padre? Pues creo que lo que ningún vástago podría hacer ante un Hombre Lobo en su forma de guerra, la cual ellos conocen como "Forma Crinos". En esa forma, sólo conocen los secretos de la guerra, las pasiones de la sangre y los deseos de la muerte, y acabarán con cualquier ser que no sea natural y vivo. Yo soy un Vampiro, estoy muerto y me alimento de humanos. ¡Soy lo peor! Pues ellos me ven como "Wyrm", y querrán destruirme. Yo, simplemente, le miré a los ojos y focalicé todo mi poder con una sola orden: "Quieto". Y si su pregunta es si funcionó... Dígame, ¿está hoy hablando conmigo? Creo que responderá a sus dudas.

Esa noche me enfrenté a mis peores enemigos, a los cambiaformas... y salí vivo.


lunes, 20 de junio de 2011

15. Renacer

Y pasaron los años. Muchos. No recuerdo cuántos. Cuando eres inmortal, los días parecen horas. Pero lo único que recuerdo de aquel tiempo era el dolor que me producía no saber nada de Francesca. Esa mujer me había hechizado, hasta tal punto que podía sentir su respiración a kilómetros de mi lecho. Judith cada día parecía más y más un ser sobrenatural. Belleza muerta, deseo ultraterrenal, el cabello rojo del cadáver más atractivo que una persona, hombre o mujer, desearía tener.
Yo también mejoré, Padre. Como el buen vino, el tiempo nos hace mejores. Con el tiempo empecé a conocer mi potencial verdadero y a mejorar mis habilidades. Descubrí métodos para llamar la atención de la gente, hacer que temieran por su vida y que acataran mis órdenes. Eso es un verdadero placer. Judith era encantadora y siempre estaba usando el poder, que yo también tenía, en mi contra. Se conoce que los miembros de su Clan, los "Toreador", tienen también la disciplina de la Presencia para llamar la atención en público. Pero un simple "Para" hacía que se quedara en el sitio y yo pudiera divertirme. Eramos como unos críos con juguetes nuevos, pero Frederick sabía estimular nuestro potencial y nos educó.
Entonces ocurrió aquello que hizo salir a mi bestia interior, la primera vez aparte del día de mi conversión a no-muerto que no conseguí controlar a mi demonio personal. Verá, Padre, usted no conoce esto. Quizá ha tenido algún que otro símil cuando pone a sus feligresas más jóvenes debajo de su escritorio para sus sucios menesteres, pero la bestia interior de un Vampiro mata por placer, por alimentarse. No piensa, no actúa. Mata. Y así me pasó a mí...

Era el año 1558, en pleno invierno. Desperté, como siempre, acompañado de Judith, cuyo cuerpo desnudo brillaba al son de las velas que mi criada había encendido antes de despertar. Y tras tomar una copa de sangre recién extraída, llamé al cochero para ir a la ciudad. Me apetecía dar un paseo por la bella Milán al son de las luces nocturnas.
Para mi problema de vista ya había encontrado una solución: Unas gafas con un armazón muy frágil y unas lentes muy oscuras que me tapaban los ojos si había mucha luz. Las llevaba caídas, casi en el pico de mi nariz, para poder mostrar mis ojos siempre y cuando pudiera ver. Me daban un aire atractivo, decía Judith.
Al llegar a las puertas de la ciudad, unos niños pararon el carromato. Me ofrecieron un jarro con agua clara y fría. No me sentía muy por la labor, pero pegué un largo trago. No tenía sabor, y cuando tuve ocasión la vomité.
El paseo era tranquilo, hasta que vi al cochero correr en mi dirección.

- ¡Señor Lerroux! ¡Señor Lerroux! -decía algo sofocado -El Señor Von Gulik quiere que vaya a la mansión inmediatamente. Dice que es un asunto urgente.
- No perdamos el tiempo, pues -respondí algo preocupado.

Al llegar, el cochero simplemente abrió la puerta para dejar a Frederick entrar y volvió a volar por los caminos de la vieja Milán.

- No pensé que hablara en serio -espetó Frederick, malhumorado- Sabía dónde se metía, pero no pensé que llegara a ese punto.
- Frederick, cálmate y explícame lo que está pasando -pregunté, poniendo la mano sobre el hombro de mi acompañante.
- No te lo diré hasta que lleguemos. Y tú que eres católico, reza por nuestra salvación. Puede que no volvamos a ver un atardecer nunca más.

Algo asustados llegamos al destino. La puerta del carromato se abrió y la magnífica puerta de la casa de Francesca Molinari se presentó ante mí. Hacía seis años que no pasaba por aquel lugar, e incluso había dejado de pensar en la persona que allí habitaba, pero noté de nuevo ese sentimiento humano de preocupación y miedo. Frederick corrió hacia la puerta y comenzó a buscar un método para abrirla, o para acceder al edificio. Yo estaba más atento al bosque circundante y a las sombras que ahora deambulaban por él.

- Habrá que entrar por el ventanal. Dom, ayúdame a escalar -dijo Frederick, preparándose para saltar a una ventana que daba al primer piso, a través de una cornisa.
- Deberíamos irnos. Francesca es algo del pasado, y estamos siendo vigilados... ¡Recuerda lo que te conté acerca de los criados de esta casa!
- Dominique, si no subimos ahora mismo ahí arriba, vamos a tener problemas más grandes. ¡Ayúdame!

De forma veloz y grácil subimos al primer piso. Ya dentro, y con mucho cuidado, recorrimos cada estancia buscando algo que Frederick no quiso decirme. Los pasos no sonaban, pero otros pasos recorrían las estancias inferiores. Eran muchos, demasiados para ser de una persona. Parecían las patas de un perro...
Al fin escuché algo en una estancia que podía ser lo que buscábamos. Fue en ese instante cuando noté el fuego recorrer mi columna vertebral y hacerse con cada milímetro de mi cuerpo. Fue cuando pude ver a Judith dando de su sangre a una Francesca desangrada. Su cuello estaba impregnado de ese líquido tan dulce que es la vitae, y mi "Chiquilla" ya dejaba caer a borbotones la sangre de su muñeca en los suaves y definidos labios de la señorita Molinari.
Judith había matado a la mujer de mis sueños. Merecía morir. Y fue en lo único que pensé. Pero Francesca no estaba tan muerta como pensé, y se lanzó a por mí en un histérico ataque de sed. Su fuerza no era humana, a pesar de que la mía tampoco, pero sus motivos y voluntad eran mayores que los míos, y sentí sus colmillos clavarse en mi cuello y succionar mi sangre con ansia y deseo. Frederick consiguió calmar a ambos con algo de ayuda de Judith, pero fue entonces cuanto más débil me encontraba.

- Ya hablaremos de todo esto, Francesca Molinari -dijo Frederick -pero ahora tenemos que salir de aquí.

Y entonces el gruñido de un lobo hambriento materializó los miedos de todos los vampiros de aquella sala.

jueves, 28 de octubre de 2010

14. Ser humano

Algo sorprendido volví a entrar en la gran mansión de Francesca. Estaba totalmente desierta, y sólo el chisporroteo de una chimenea sonaba en uno de los pisos superiores. Ese hecho me acongojó un poco, pero con algo de fuerza de voluntad subí las escaleras y me acerqué tranquilamente a la biblioteca donde se encontraba la anfitriona.
Dos grandes estanterías pobladas de tomos cubrían las amplias paredes de la habitación, que tenía al fondo de la misma la chimenea y en el centro dos sofás. Francesca se hallaba tumbada en uno de ellos, y leía un libro atentamente.
Fue entonces cuando, desde la puerta, me detuve a pensar en los inconvenientes de mi situación. La veía tan perfecta y bella que no podía resistirme a sus encantos, pero por otra parte y, siento más objetivos, ella era una simple botella a rebosar de alimento. Su calor y su pasión no servían de nada si hincaba mis dientes en su cuello, y ni pensar en el hecho de que ella se enterase de lo que yo era y soy, y que también se enterasen Federico y compañía después de su cordial proposición...

- Dominique -Francesca se percató de mi presencia y cerró el libro -¿Qué hace usted postrado en la puerta? ¿Es que no desea pasar?
- Si, perdóneme -dije, entrando -me quedé pensando en algunas cosas que me traen un poco inquieto últimamente.
- ¿Y podría decirme usted si es tan amable en qué piensa? -preguntó mientras me ofrecía asiento... en su propio sofá.
- No es nada importante -respondí mientras tomaba asiento. Tenía una postura normal, pero Francesca comenzó a inclinarse en mi dirección -han cambiado muchas cosas en muy poco tiempo y es muy difícil asimilar tantas nuevas facetas en mi vida.
- No se preocupe. Tener un nivel social mayor que el resto no es una carga, es un privilegio...
- No para alguien que se ha criado en la calle, cuidando niños y viviendo subordinado a la gente de esta supuesta clase superior. Aunque Dios nos creó a todos iguales, ¿por qué hay superiores? -haciendo esta reflexión noté su aliento en mi cuello -A mi parecer, el ser humano debería ser igual en todos los sentidos.
- He sido privilegiada desde que nací -repuso Francesca -y he tenido todo lo que he deseado. ¿Es que eso es malo?
- No has tenido que luchar cada mañana por conseguir llevarte un bocado a la boca, no has tenido que lidiar mil noches con fiebres de varios de tus familiares y no has tenido que...

Y no me dejó terminar la frase. Sus labios se unieron a los míos como si de imanes se trataran, con una pasión no propia de una persona humana. Su calor era contagioso, y su aliento sólo me producía... sed. Mucha sed.
Por eso, y por mi integridad, tuve que separarme. Un deseo muy humano y otro más sobrenatural me llevaban a lanzarme yo esta vez, y para aparentar traté de emular que me faltaba el aire. Concentrándome en mi patética actuación pude ver el rostro de total tristeza de Francesca, que en el silencio de la noche, perturbado sólo por el chisporroteo de la chimenea y de mi toma de aire, rompió a llorar.

Pasaron varios minutos y yo miraba con dolor a Francesca. Con mucho dolor. Aunque, bueno, era una excepción dentro de mi total falta de sentimientos. Porque, seamos sinceros, Padre... Estoy muerto. No siento ni padezco, me alimento de sangre y si mato al contenedor de mi dieta no me molesta en absoluto. Pero sus lágrimas me hacían sentir... humano.

- Francesca, yo... -yo no sabía qué decir en ese momento. Era la primera vez que vivía una situación así.
- Todo lo que he deseado siempre lo he tenido... -se levantó y me miró con ojos vidriosos, haciéndome sentir más monstruo de lo que ya era -y para una vez que necesito algo de verdad, no puedo tenerlo. Quizá no merezca este privilegio.

Tras decir esto se dirigió a la puerta y se apoyó en su marco, mientras apoyaba la mano que le restaba en su pecho.

- Es tarde, señor Lerroux. Vuelva a casa, querrá descansar.
- Espera -a una velocidad inhumana me acerqué a ella, pero no pareció notarlo -no quiero que te encuentres así por mi culpa...
- No es su culpa, sino la mía. Buenas noches.

Y se marchó por el largo pasillo. Al final de éste, una de las asistentas esperaba a su señora, la misma que me topé al darme la vuelta tratando de escapar de los secuaces de Federico.
Y, hablando del rey de Roma, a mi espalda apareció este personaje, que sonreía gustosamente.

- Me ha gustado mucho que contuviese sus instintos, Señor Lerroux -dijo, acompañándome casi forzosamente a la puerta -Como comprenderá, ya conocemos su secreto, y debido al estrepitoso éxito de su intachable etiqueta, dudo que la señora quiera verle a usted de nuevo. Por tanto, seré conciso: Marco está deseando hincarle el diente literalmente. Por tanto, si usted se acerca a las tierras de la señorita Molinari, recibirá una agradable sorpresa de un valiente guerrero de Gaia.
- Sigo sin entender nada... -dije, ya en la puerta -¿qué diantres se supone que es usted y sus compañeros?
- ¿Es usted una sanguijuela y no le han contado qué soy yo? -las carcajadas de Federico retumbaban en el Hall -aunque sean puramente mitos, nuestra historia y su historia van íntimamente ligadas.
- A mis hermanos les leía cuentos normales, no relatos de terror.
- ¿Nunca ha oído hablar de ese hombre que, a la luz de la luna llena, cambia de forma radicalmente? Es un cuento muy popular...
- No puede ser... -dije, asustado. Parece que Federico lo notó, porque sonreía aún más -¿sois reales?
- Amigo mío -dijo, ya cerrando la puerta -ahora todos los cuentos y relatos de seres fantásticos que has leído cobran sentido. Que pases una buena noche, vampiro. Puede que no te queden muchas más que disfrutar.

Y, entre los árboles circundantes, y bajo la luna llena, un aullido rompió el silencio.