martes, 19 de julio de 2011

16. Cruce de miradas

Francesca aún braceaba con fuerza tratando de zafarse de las manos de Frederick, y yo ya estaba calmado para empujar con rabia a Judith para que me soltara. Mi bestia interior se había calmado, pero mi odio era palpable. En ese momento repugnaba a la mujer a la que llevaba seis años unido, deseaba que aquello que aullaba al final del pasillo acabara con su vida de forma cruel. Pero ese no era mi estilo.
Viendo la situación, corrí hacia la puerta y la cerré con pestillo.

- Está bien -dije, pensativo y preocupado -Tenemos a los criados de Francesca buscándonos para matarnos, y tenemos a la propia Francesca deseando matarnos. Espero que tengas una buena idea, Frederick, o me da que esta noche no saldremos vivos.
- Lo primero es calmar a esta recién nacida, pero necesitamos sangre...
- Eso tiene arreglo

Miré a Judith. Ella me miró, y cuando supo mis intenciones ya era tarde. Un sencillo "Quieta" paralizó a la cainita y me dio el tiempo justo para sujetarla y que Francesca saciase su sed de forma controlada. Judith gritaba, pero no podía hacer nada por el candado que la apliqué. Fue Frederick el que separó a Francesca cuando pensó que ya podría estar saciada, y acertó, porque con un grito ahogado la recién creada observó la extraña escena. Todo el vestido de Judith estaba empapado en sangre, como el suyo y el mío propio. Se había dado un festín de sangre de vampiro, y estaba asustada por la situación.

- Francesca -dijo Frederick, algo tenso por los pasos que había fuera, en el pasillo -Es muy importante que nos digas cómo salir de aquí, y que no sea por la única puerta de esta habitación.
- Dominique, ¿es todo esto cosa tuya? -dijo Francesca, llorando sangre. Estaba muy nerviosa.
- No, Francesca -respondí -pero es cierto que es necesario salir de aquí. Te lo explicaré cuando estemos a salvo.
- No creo que haya un lugar más a salvo que mi propia casa -Francesca se soltó y se dirigió a la puerta, pero Frederick con un veloz movimiento se interpuso en su camino.
- Escucha, Francesca -dijo Frederick, que miró a la joven de forma cariñosa y tierna -No querrás que me pase nada malo, ¿no?
- No, en absoluto -hasta su voz cambió. Fue como si Francesca estuviera perdidamente enamorada de mi mentor -¿qué puedo hacer para que estés bien?
- ¿Dónde hay una salida de este lugar que no sea por esta puerta? -la sonrisa de Frederick evidenciaba el uso de su poder, mezcla de la Dominación y la Presencia para alterar los pensamientos y sentimientos de la joven neonata.
- Detrás de mi armario hay una puerta secreta hacia la habitación de al lado, y ahí hay una salida al exterior a través de un pequeño túnel -dijo Francesca, y se abrazó a Frederick -Moriría si algo te ocurriera...
- Ayúdame, y ambos saldremos ilesos de aquí.

Judith ya estaba apartando el armario. Ciertamente, unos recovecos en la pared delataban una pequeña puertecita en el suelo, donde cabía una persona a gatas. Ayudé a Judith a abrirla, dada su escasa fuerza, y dejé que ella fuera la primera en pasar para que buscara el túnel. Fue en ese momento cuando un tremendo golpe nos sobresaltó. La puerta, o lo que quedaba de ella, estaba atravesada por un enorme martillo. Tendría el tamaño de una persona, y estaba empuñado por unas zarpas de proporciones inmensas y cubiertas de pelo. El sobresalto no hizo más que acelerar nuestra marcha y aumentar los motivos por los cuales estábamos huyendo. Insté a Frederick y a Francesca a salir rápido y me quedé esperando a aquello que ahora destrozaba los marcos de la puerta.
Frente a mí, y agachándose para entrar, apareció una horrible figura de unos tres metros de altura. Un lobo antropomórfico, con garras enormes, unas fauces terroríficas y empuñando un martillo de guerra a escala con su cuerpo gruñó al notar mi presencia. Ese sentimiento humano de miedo volvió a envolverme como si aún siguiera vivo, pero algo de valor me mantuvo en mi sitio y me invitó a mirar a los ojos de aquella bestia. Su respiración me perturbaba, y su gesto era evidente, sus intenciones eran sencillas: Matarme.

¿Y qué hice yo, Padre? Pues creo que lo que ningún vástago podría hacer ante un Hombre Lobo en su forma de guerra, la cual ellos conocen como "Forma Crinos". En esa forma, sólo conocen los secretos de la guerra, las pasiones de la sangre y los deseos de la muerte, y acabarán con cualquier ser que no sea natural y vivo. Yo soy un Vampiro, estoy muerto y me alimento de humanos. ¡Soy lo peor! Pues ellos me ven como "Wyrm", y querrán destruirme. Yo, simplemente, le miré a los ojos y focalicé todo mi poder con una sola orden: "Quieto". Y si su pregunta es si funcionó... Dígame, ¿está hoy hablando conmigo? Creo que responderá a sus dudas.

Esa noche me enfrenté a mis peores enemigos, a los cambiaformas... y salí vivo.


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