lunes, 29 de agosto de 2011

18. Pasó mucho tiempo

Ah, las Tradiciones... Es divertido, somos seres inmortales, poderosos y sumamente perfectos y tenemos reglas. ¡Deberíamos poder hacer cualquier cosa! Pero no, estamos atados a letras escritas en papel. Maldita sea la hora que se juntaron todos para montar esta tontería. Una Secta, joder, suena hasta mal. Se unen los clanes para poner normas y los conocen como Sectas. ¿Y para qué? ¡Para limitarnos! Me niego...
Espera, se me pasa algo. No le he hablado de las Sectas, ¿verdad? Pues si, Padre. Estamos organizados. Hay dos grandes grupos de clanes vampíricos que se pelean por absurdos ideales inmortales. Frederick me lo mostró con aquel telar que estaba en mi habitación, ¿recuerda? Era una representación de las dos Sectas enfrentadas. Seis clanes contra dos. Los seis clanes son la conocida como Camarilla, los "buenos". Ellos crearon las Tradiciones y su objetivo es que todos los Vástagos se porten bien. Luego están los otros dos, el Sabbat. Esos... bueno. Esos llevan una vida más fácil. Se preocupan por no liarla, si. Pero menos. Son más sanguinarios, más cercanos a la bestia. Esa idea me atrajo, pero ya llegaremos a esa parte de la historia.
Estando en Milán, yo pertenecía a la Camarilla, ya que el clan de los Ventrue era el principal precursor de la misma. En la Camarilla está mi Clan, el de Judith y Francesca, los Toreador; y hay otros cuatro, que son los Brujah, Tremere, Malkavian y Nosferatu. Nombres pintorescos, ¿verdad? No se preocupe, los irá conociendo a lo largo de la historia. Había otro más, los Gangrel... pero de ese clan no quiero hablar. Aún.
Estuvimos años aprendiendo las Tradiciones y sin salir de casa. ¿El motivo? Muy sencillo: había una manada de Hombres Lobo cercando el lugar. ¿Cree usted que es sano saber que un ser cuyas garras tienen el tamaño de toda su espalda está deseando hacerle pedazos? Decidimos aprender y mejorar allí. Frederick, en un par de escapadas, consiguió traer más criados para nuestra buena alimentación. Aunque yo me quedé con mi criada particular. No me gusta el sabor de la sangre de un hombre, lo detesto. Soy muy especial para comer.
Y si, había gran tensión en aquella casa. Todos queríamos a Judith más muerta de lo que ya estaba, pero ya sabe: No podemos matar a otro Vampiro. Así que tampoco podíamos invitarla a dar un paseo por los alrededores de mi casa. Éramos más fuertes, más rápidos, más convincentes... Era una mejora casi diaria. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?
Pasaron alrededor de 20 años cuando volví a salir a la calle. Con Francesca. Ella parecía una estatua griega, por su perfección y su palidez. No conseguí sacarle palabra en veinte años. A usted le parecerá una eternidad, pero para nosotros eso no fue nada. Veinte años sin saber qué pensaba, qué sentía... Mi cuerpo y mente eran de vampiro, pero mi corazón era muy humano, y moría día a día sin poder encontrar en su mirada ningún atisbo de sentimiento o pensamiento racional. Era una máquina, estaba siendo fabricada para vivir la noche de este Mundo tenebroso. Pero fue esa noche cuando deseé salir. No sé por qué, pero me salió bien.

Tomamos el nuevo carromato para dirigirnos a la ciudad. El antiguo había tenido un pequeño accidente hacía unos años, cuando nos traían nuevos criados más eficientes. No sabíamos por qué sólo quedaron astillas, y por qué Frederick nos trajo a seis personas en estado catatónico. Él prefería no opinar.
La Luna Llena brillaba en lo alto de Milán cuando entramos en la ciudad. Estuve todo el trayecto mirando el rostro de Francesca. En sus facciones, algo había cambiado. Ese calor e inocencia que ocultaba su mirada había desaparecido, dejando lugar a una madurez casi sobrenatural. Sus ojos no expresaban nada. Y fue entonces cuando perdí los papeles.

- Llevo una eternidad deseando saber en qué piensas -me dirigió una mirada muerta e inexpresiva. Hasta las estatuas podían decir que expresaban algo más -deseo escuchar tu voz para algo que no sea preguntar una duda o utilizar tu poder.

Por supuesto, no recibí ninguna respuesta. Fue entonces cuando me concentré. Mi poder... tenía que usar mi poder, tenía que hacerla hablar, quería saber qué pasaba por su cabeza... Y lo sentí. Sentí cada pensamiento suyo en mi interior, cada sentimiento desbordando en su pecho y latiendo en el mío. Tristeza, dolor, pero felicidad y esperanza. Un fuerte ideal de no decir una palabra por respeto, miedo y algo de orgullo. Un ideal que sentí que podía cambiar. Un ideal que yo, desde mi propia cabeza, borré de la suya.

- ¿Francesca? -mi pregunta fue lanzada al vacío, jamás pensé que llegaría a los oídos a los que se dirigía
- Una eternidad en silencio, y sólo tu voz y tu mirada son capaces de devolverme a la vida... -era ella, era mi ángel, que volvía a hablar una vez más.
- ¿Por qué has callado tanto durante tanto tiempo? -decidí que en su mente no había más que buscar, que aprendería de sus palabras y actos, y no jugaría sucio.
- No lo sé, tenía miedo...
- ¿De qué tenías miedo, mi bella musa?
- De que no me quisieras por ser lo que soy...

Desde entonces soy más lanzado. Estuvo callada veinte años por idiota. La amaba...

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