Aun veía el sol ponerse en el horizonte. Lo extraño era que pudiese ver algo, porque tenía los ojos hinchados de mis lloros. Tomé una decisión, y le comuniqué a mis familiares que no volvería a verles. Fue durísimo cuando todos me abrazaron. Yo no sabía qué decir o qué hacer, simplemente eché a llorar. Durante toda la mañana me he tirado llorando y despidiéndome de todos. Bianca y Cyrano volverían con mis padres hasta que pudiesen vivir solos, y venderían la casa para sacar dinero. Lauretta fue muy buena acogiendo a mis hermanos pequeños en la casa de mi hermano mayor hasta la recogida de los mismos, y su despedida fue tan efusiva como la de mis familiares.
Antes de que anocheciese, pasé a
- Dominique, hijo mío, acércate.
- Buenas tardes, Padre Domenico.
- ¿Qué te trae por aquí?
- Voy a comenzar un viaje, o algo por el estilo… -mis ojos seguían hinchados y húmedos.
- ¿A qué te refieres?
- Soy el pupilo de Ezio Lerroux, y hoy me ha citado pronto para comenzar una nueva vida, o algo así.
- ¿¿Ezio Lerroux?? –el párroco comenzó a caminar de un lado a otro, muy preocupado.
- Si. ¿Le conoce?
- ¿Ha dicho que vas a comenzar una nueva vida?
- Si, eso dijo.
- ¿Quieres que te diga lo que te va a hacer?
- No, queridísimo Padre Domenico –dijo Ezio, caminando a lo largo del pasillo central de
- Tiene derecho a saber a lo que se enfrenta.
- A una nueva vida como heredero de la fortuna Lerroux. ¿Es eso un pecado?
- Maldita sea, monstruo. ¡Tendrás que pasar por encima de mi cadáver si quieres llevarte al infierno a este pobre chiquillo!
- ¿Qué ocurre, Ezio? –pregunté un poco extrañado al escuchar la discusión.
- Nuestro amigo, el Padre Domenico, prefiere que vivas como uno más de su rebaño.
- ¿O del tuyo, demonio de las sombras? –gritó el Padre Domenico.
- Bueno, dejemos al chico decidir.
- Exacto, será lo mejor para él –dijo el Párroco, acercándose al altar.
- Bien, Dominique. Es tu momento. Si eliges al Padre Domenico vivirás de las sobras, de la pobreza, y morirás en el lecho de una familia que no aspira a nada salvo a lavar los trapos sucios de la alta nobleza.
- Y si eliges a Ezio Lerroux –dijo Domenico- condenarás tu alma cristiana al infierno de por vida. Tendrás lujo y todo lo que desees, pero tu vida terminará. Serás un cazador, un monstruo, que solo puede moverse por las sombras.
- ¿Qué eliges, Dominique? –dijo Ezio.
Y ahí estaba yo, en medio de un cura y de mi mentor. La luz de la luna daba al habitáculo un ambiente terrorífico, y un sudor helado recorría mi frente. Ezio me sonreía, y el Padre Domenico miraba tembloroso a mi figura.
- Llevo mucho tiempo esperando un cambio, Padre. Tomaré el camino de las sombras.
- Si es lo que deseas… Ezio, ¿dejas que le de un ultimo…?
- Claro, Padre. Te esperaré fuera, Dominique.
Ezio abandonó
- Ya he terminado de darte
- ¿Extremaunción? Padre, no voy a morir.
Pero el cura recogió las cosas sin mediar palabra y se marchó. Yo abandoné la sala y encontré a Ezio charlando con un mercader.
- No entiendo nada, Ezio. El Padre Domenico acaba de darme la extremaunción. ¿Es que me vas a matar…?
- No exactamente. Ven, tenemos que hablar.
- ¿Sobre qué?
- Sobre tu nueva vida.
Un paseo larguísimo nos llevó a las puertas de la ciudad, donde nos esperaba un carro. Éste nos llevó a las afueras de la ciudad amurallada, a un palacete alejado de la gran Milán. Al entrar, una serie de criados nos acogieron y nos llevaron hasta un amplio salón. Me sirvieron una copa de vino, al igual que a Ezio, aunque percibí que su vino era más espeso.
- Tu nueva vida, Dominique, no es una vida como tal. El Padre Domenico ha hecho bien en darte la extremaunción. Si, vas a morir, pero eso no quiere decir que vayas a dejar de caminar entre los vivos.
- Señor… No creo en los cuentos de fantasía.
- Yo tampoco. Y no creo en ellos, son demasiado infantiles. Esto es mucho más serio.
- ¿Y qué se supone que es usted? ¿Un demonio?
- Ni por asomo. Los humanos suelen llamarnos “Vampiros”, pero entre nosotros no nos llamamos así.
- ¿Y como os llamáis entre vosotros? –En mi rostro apareció una sonrisilla, pero en mi interior temblaba de miedo.
- Bueno, a mi me llaman Ezio. Es lo más normal, ¿no?
- No entiendo nada…
- Mira, esto va a ser muy sencillo, Dominique –dijo mi mentor, levantándose de su asiento y acercándose a mi con las manos en la espalda- yo voy a crear un nuevo “Vampiro” para que sea él quien se ocupe de mi legado en el tiempo.
- Y ese Vampiro…
- Eres tú, Dominique.
Hubo un silencio. Comprendí al fin por qué el vino de Ezio era más espeso. El motivo, pues que no era vino, sino sangre.
- Te doy una última oportunidad. ¿Estas dispuesto a aceptar lo que te ofrezco? Tu poder será ilimitado, a la vez que inmortal.
- Creo –dije, con el miedo en mi voz- que no estoy preparado. Pero tampoco quiero decir que no a su amable propuesta.
- Entonces no esperemos más.
Y entonces, con un cuchillo, me sesgó la yugular.
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