Esa noche se convirtió en una mezcla de sensaciones, Padre. La primera, dolor. Muchísimo dolor. ¿Cree usted que desangrarse poco a poco es una sensación de placer? Para nada. Yo no disfruté de lo que nosotros los vástagos conocemos como “El beso”. Eso me decía Ezio mientras me desangraba, que él prefería este método para convertirme que “El Beso”, porque es tan adictivo que no le parecía apropiado que lo probase.
Y ahí estaba yo, sangrando como un puto cerdo. Recuerdo que le tendí la mano a Ezio y éste me la dio, y posteriormente me tumbó sobre el suelo. Con un sonido ahogado sólo sabía decir improperios y algún que otro “¿Por qué?”.
Fue entonces cuando Ezio se dispuso a dar el paso más duro de todos. Con el mismo cuchillo que me degolló, hizo un amplio corte en su muñeca. La sangre brotaba a borbotones de su brazo, y lo que hizo fue abrirme la boca con la mano sana e introducirme el líquido que surgía de su interior en mí.
Yo no entendía nada, hasta que su sangre bajó lentamente por mi esófago. Era una sensación indescriptible. Sentí cómo mi último atisbo de vida se esfumaba con la entrada de esa nueva sangre, pero de ella surgía una nueva vida, un poder inimaginable… Y una necesidad increíble de más de ese liquido. Montones de esa sangre. Y de un repentino salto me levanté del suelo, buscando desesperadamente ese líquido. Ezio se levantó y se hizo un corte en la yugular. Mi increíble olfato detectó ese dulce y sabroso liquido brotar de su cuello, y sin control ninguno me abalancé sobre mi mentor.
Si, soy un asqueroso asesino, cruel y sin escrúpulos. Aunque usted jamás comprenderá lo que la sangre nos da. Si la llamamos “Vitae” es por algo.
Cuando terminé de succionar la yugular de mi mentor, éste se convirtió en un montón de polvo frente a mí. Y fue entonces cuando noté mis remordimientos por mi acción. Quise llorar, pero no pude. Mi cuerpo estaba impregnado de él, de aquel que me había dado un poder inmortal.
Y vino una chica a recogerlo todo. Era una de las criadas de Ezio, pero no le daba importancia al asunto. Por lo menos, no la que yo le estaba dando.
- Oye, perdona –pregunté cuando se marchaba.
- Dígame, señor Lerroux –su cabello moreno me hechizaba. Era una bella muchacha, pero no me atraía por su hermosura… sino por su contenido.
- ¿Puede explicarme usted que ha ocurrido?
- No estoy destinada a tal fin, señor –dijo, con una amplia sonrisa- pero tranquilo, pronto llegará alguien que le ayude.
- ¿Podría al menos cambiarme de ropa mientras espero a esa persona? –dije, mirando mi camisa blanca impregnada de mi sangre mortal.
- Claro, le guiaré a su habitación. Estas son sus posesiones, no lo olvide.
- ¿Mis… posesiones? –pregunté extrañado.
- El señor Ezio nos dijo que usted era el nuevo heredero, y que cuando él muriese usted se haría con el control de todas sus posesiones. Entre ellas están este palacete, una vivienda en Madrid y algunos terrenos en el Reino de Austria.
- ¿Todo eso es mío?
- Claro, señor.
- Cáspita, es muchísimo…
- ¿Desea el señor cenar antes de ir a dormir? –dijo la bella joven cuando llegamos a la puerta de mis aposentos.
- No tengo hambre… No me apetece comer nada.
- Yo me refería a su alimento –al hacer esta frase, ladeó su cabeza mostrando su cuello- tome lo que necesite hasta encontrarse saciado.
¿Y que hice yo, Padre? Pues morder. He de admitir que el sabor de la sangre de Regina era increíble, pero lo que más me gustaba de beber de ella era su rostro. Parecía que estaba en pleno coito, ¿se lo puede imaginar? Estaba atravesando su yugular con unos nuevos y afilados colmillos retractiles y ella moría de placer. Luego la chica me explicó lo que ocurría cuando alguien tan apuesto como yo la mordía. Cuando terminé, pasé mi lengua por la herida para aprovechar las últimas gotas que salían de su cuello y, misteriosamente, no tenía nada.
- Bueno, señor, espero que esté usted satisfecho –dijo entre suspiros mi nueva criada. Estaba extasiada- no queda demasiado para el amanecer. Debería usted refugiarse ya.
- Me gustan los amaneceres, no es un problema…
- Verá, señor… Hay muchas normas que tienen que explicarle para sobrevivir, y una de ellas es que el sol no es su mejor aliado. Mañana por la noche vendrá su nuevo contacto y le explicará todo con más detalle.
- Bueno, si tú lo dices… Buenas noches.
- Que usted descanse bien, señor.
Y me metí en mis nuevos aposentos. Era un habitáculo enorme, con telares colgados de las paredes. En ellos estaban tejidos imágenes de personas como yo alimentándose de otras, e incluso luchando. Recuerdo que me llamó la atención una en especial. Salía en un lado un hombre de cuya espalda surgían unos látigos negros, seis en total. A su lado había un monstruo horrendo, una deformación humana que atemorizaría a cualquiera que se lo encontrase. Frente a estos dos, había un grupo bastante pintoresco de gente. Un hombre que parecía ser de gran poder tanto económico como político, una bellísima mujer con un cuchillo de oro y diamantes en una de sus manos, otro hombre con garras… Pero me llamaron la atención los dos que iban detrás. Uno iba vestido de bufón, pero había un halo de locura cubriéndole, y el otro estaba tapado por una capucha, pero lo poco que se veía de su cara era una mandíbula medio rota con la piel pútrida.
Otra peculiaridad de la habitación es que no tenía ventana alguna. Pero eso era lo de menos. Estaba algo cansado y decidí tumbarme en la gran cama, a esperar el nuevo atardecer para disfrutar de esta nueva vida que se me había concedido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario