martes, 19 de octubre de 2010

9. Demasiadas explicaciones.

¿Alguna vez ha escuchado un discurso de media hora y admirado cómo lo hacían? Yo supongo que sí, no creo que a un cura no le den de su propia medicina... Pues bien, a mí me dieron de mi propia medicina. ¿Usted se cree? Cientos de personas frente al Duomo di Milano admirando la belleza de una sola mujer. Los hombres sonreían, las mujeres miraban con odio y envidia y los niños se unían a su danza. ¿No se da cuenta, Padre? ¡Esto sólo puede ser parte del poder divino!

O por lo menos, la experiencia me hace cada vez más creyente. Me confieso a menudo, como ha podido comprobar, y creo en Dios como el día que me engendraron, bautizaron y entregaron mi primera Comunión. Aunque he visto cosas que Dios no quiere que su rebaño conozca. Yo tengo una mínima parte de su poder, y eso es lo que me hace seguir vivo. Si es que se le puede llamar así...

Cuando terminó su hipnótica danza, se agachó y sonrió a los niños. Éstos la abrazaron y siguieron con sus juegos hablando de la "Bailarina de la Luna", porque era muy blanca y se movía con la belleza del astro que protagonizaba cada noche. Se levantó, nos dirigió una mirada y una sonrisa casi infantil, mientras volvía caminando normalmente. Yo miraba un poco boquiabierto su regreso, pero Frederick aplaudía con fiereza y pasión.

- ¡Bravissimo, ammirevole, perfetto! ¿Ves, Dominique? Hiciste bien en dejarla viva, tiene un poder inimaginable...
- Ya lo creo... -dije, mirando de nuevo a las calles de los alrededores -pero yo también lo hice ayer en el baile, no estoy tan impresionado.
- Sin embargo -respondió Judith, que ya estaba a mi lado. Era muy ligera y rápida -a mí me miraban porque me amaban. Fíjate en los niños. Seguro que un hombre como vos jamás conseguiría con una sonrisa hacer que los más pequeños se acerquen a usted.
- No me tientes, Judith.
- Vamos, Dominique. Mírame, y verás que no te miento...

Y ocurrió, Padre. Esos ojos verdes se clavaron en el fondo de mi corazón, esa sonrisa me hizo palidecer aún más de lo blanco que soy y esa sonrisa avivó mis sentidos sacando energías de algún lugar que yo jamás imaginé que existía.
De esa noche no puedo recordar mucho más, si le soy sincero. Estaba total y completamente centrado en sus palabras y acciones. Frederick, allí presente, comenzó a vitorear. Pensaba que había creado un ser mucho más poderoso que el mismísimo chiquillo de Ezio Lerroux, y repetía que debía ser de una quinta o cuarta generación, lo que yo no entendí muy bien, y que supongo que usted no entenderá. No se preocupe, todo tiene una explicación.

Mi sangre tiene una pequeña parte de la sangre de nuestro creador: Caín. Si, el hermano de Abel. Usted se sabe la biblia, no veo necesario contarle toda la historia, ¿no cree? Pues bien, el castigo divino fue el crearle en lo que, en parte, los de nuestra especie somos.
Caín engendró a Enoch, Zillad e Irad. Esos son la Segunda Generación. Estos tres crearon a otros siete vampiros, que son la Tercera Generación, más conocidos como los Antediluvianos, por eso de que fueron creados antes del Diluvio Universal. Sus chiquillos son la Cuarta Generación, y así sucesivamente.
La sangre de Caín, la que nos da poder, va perdiéndolo con cada generación. Cada vez que creas un nuevo vampiro le das Sangre de Caín, una pequeña parte, y en él hay menos de la que tú tienes. Si él engendra otro vampiro, le dará su parte de Sangre de Caín, muy mezclada con la suya mortal, y habrá un momento que el verdadero poder de Caín se perderá.

Pero seguiré con mi historia, que parece que le entretiene saber qué soy.

Recuperé la consciencia a eso de las cinco de la mañana. Yo estaba tumbado en mi cama y el ambiente era más tenebroso que de costumbre. Miré mi cuerpo y en él no quedaba una sola prenda. Asustado, me tapé con mis sábanas y miré a todas partes: No había nadie.
O eso parecía. Parpadeé y apareció. Centésimas de segundo y su verde mirada se volvió a posar en mis azules pupilas.

- Dominique, no seas un chico malo y haz que pasemos una buena noche... -su voz era casi un murmullo, sensual e insinuante.
- ¿Pero qué demonios...? ¿Cómo has sido capaz de desnudarme? No es tan fácil.
- Simplemente dije que lo hicieses y actuases -con una de sus manos recorrió mi pierna, cubierta por la sábana de mi cama -No puedes resistirte a mis encantos...
- Judith, no... ¡Cáspita! Quita la mano de ahí antes de que me enfade de verdad -sonreía como si de una niña pequeña se tratase. Se puso de rodillas, más erguida, y me miró como si lo que decía no tuviese interés. También buscaba algo en su espalda -No veo correcto que a la tercera noche tengas estos perversos deseos conmigo. ¡Soy un hombre decente! Sólo quería sacarte de aquel baile para... Para...

Fue en ese instante cuando su vestido recorrió su cuerpo y quedó tendido en mi cama. Su cuerpo, aunque pálido, brillaba intensamente con la luz de las velas. Casi reptando se acercó hasta mi estupefacto rostro, recorriendo antes mi cuerpo, y me besó sin preguntar.
Suavemente me dejé caer sobre la cama, disfrutando de sus fríos labios. Ella se acopló mágicamente a mi figura y terminó tumbada sobre mí. Mis manos ya no actuaban ante mis órdenes, simplemente dibujaban cada trazo de su espalda, rozando cada línea y buscando un lugar cómodo donde asentarse en sus caderas.
Misteriosamente, la sábana que me cubría dejó de hacerlo y el contacto entre nuestros cuerpos fue total. La falta de calor de nuestro interior no parecía notarse en absoluto. Es más, yo sentía calor, a pesar de lo que soy.

Como comprenderá, Padre, no le voy a dar detalles de lo que sucedió. Usted está casado con Dios y le prometió serle fiel hasta la muerte, y creo que mi forma de narrar le gusta a usted en gran medida. Y dígame, ¿por qué sigo interrogándole para saber dónde está el clavo si parece que usted lo guarda en su entrepierna?
Perdone, ya sabe. Tanto tiempo viviendo debería hacerme más respetuoso, pero es gracioso ver a un Cura con este problema de mucha imaginación y poco contacto físico. Por cierto, yo le estaba hablando de Caín y nuestro destino como sus discípulos, pero se me fue la cabeza a aquel momento mágico...
Supuestamente, y no dentro de mucho tiempo, Caín despertará de su Letargo casi eterno y acabará con lo que el mismo extendió. ¿Por qué? No sé, supongo que todos sabían que después de dormir miles de años, de muy buen humor no podría levantarse.
Nadie sabe cómo será. Sólo sabemos cómo se denomina. Se llama Gehena, y será el fin de los Vampiros tal y como los conocemos. Acabará con nosotros, con toda su descendencia y después supongo que se volverá a ir a dormir.

En eso se basa la Gehena, Padre. Y no está tan lejos...

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